domingo, 23 de noviembre de 2008

Estado Nacional

Esta mañana volví a ver Estado Nacional después de mucho tiempo en que, por distintas razones, no había podido. Dentro de mi relación de amor-odio con la Cajita Idiota, este programa sin duda inclina positivamente la balanza de mis simpatías.Para evitar malos entendidos, me parece preciso, sin embargo, aclarar que en mi caso no se trata de un "placer culpable", como señaló en su momento cierto personaje con el que no deseo ser comparado.

Más bien se trata de que, en mi opinión, Estado Nacional representa uno de los programas mejor logrados de nuestra televisión. En primer lugar, satisface una de mis más exacerbadas obsesiones, que es la de estar permanentemente informado y conectado a lo que pasa a mi alrededor. Nunca puedo desconectarme del todo, y ya comienzo a afrontar que se trata de una patología irremediable en mí.

Por otra parte, es un espacio alejado de la chabacanería que los programadores de nuestra televisión creen implícito a cualquier programa que pueda ser masivo o destinado a un público universal. De alguna manera, creo, logra desvirtuar la idea asentada de nuestra televisión que no es posible conjugar la cultura, el pensamiento y los temas trascendentes, con un espacio agradable a los televidentes, lo que, de cierta forma, no deja de ser un insulto hacia la inteligencia de los televidentes, que no necesariamente necesitamos de temas superficiales y risa fácil para disfrutar de un programa en la televisión. Este es un programa en que se discuten temas relevantes para el país, lo que siempre hace falta y se agradece, pero sin olvidar que se encuentra inserto en un medio masivo, conjugando un formato dinámico y un lenguaje asequible, con el contenido adecuado para una discusión política seria. En palabras simples, es posible ver este programa mientras se toma desayuno sin aburrirse ni arriesgarse a una indigestión.

Sin intentar exagerar, Estado Nacional, representa precisamente una conjunción de elementos que hacen mucha falta en la televisión chilena, y que tienden básicamente a la universalización del Espacio Público: logra generar un espacio en donde la ciudadanía puede, en su lenguaje y sus códigos, informarse y conocer distintos puntos de vista; esto contribuye en la formación de una conciencia crítica de la ciudadanía en el marco del país en el que vivimos.

Siendo así, no puedo dejar de agradecer la sensación que me da encender el televisor el día domingo en la mañana, y sentir que, junto con el café con leche y el pan con palta, estoy siendo parte de la ciudadanía crítica e informada, y no de la masa inerte, abúlica y apática.


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