sábado, 22 de noviembre de 2008

Hombre de poca fe

De nuevo estoy un tanto decepcionado. Y preocupado. Y creo que tampoco es para menos. Era de suponer que después del descalabro en la elección municipal, los dirigentes de la Concertación sentaran cabeza, y se volcarían con un mínimo de humildad a analizar las razones de la derrota. Pero no. Parece que sugerir prudencia y sensatez en un momento delicado a quienes llevan dieciocho años gobernando un país es demasiado pedir. Al parecer, a la mayoría le dio lo mismo el resultado de las elecciones, y en vez de tomarlo como un llamado de atención de la ciudadanía, decidieron festejar con los brazos en alto en La Moneda y, como si eso fuese poco, deciden iniciar de la peor forma la campaña presidencia.

Durante la última municipal, muchos de mis amigos se rieron cuando supieron que estaba trabajando por la Sarita Campos: me dijeron que era un amarillo, por hacer campaña por una candidata DC. Pero lo cierto es que esa campaña fue un espacio que tuvimos para pensar y soñar una mejor comuna entre todos. En lo personal, fue un momento para creer que la Concertación aún era un proyecto posible, una alternativa que no estaba agotada. Pero perdimos. Y al parecer, allí quedó todo.

Cuando veo lo que fue para mí la última municipal, y pongo en perspectiva de la presidencial del próximo año, no sólo no veo ninguna relación en cuanto a las perspectivas de triunfo que pueden tenerse, sino tampoco en el contenido que pueda dársele a la campaña presidencial. En estos momentos, nuestros candidatos presidenciales se pelean entre ellos, defendiendo, por otra parte, todos idénticas vaguedades. En la municipal, tuve la expectativa que las cosas serían distintas con Sarita Campos, que, como decía nuestro lema "no da lo mismo" quien fuese alcalde. Por otra parte, hasta ahora la única propuesta que hemos visto emanar de nuestros dirigentes es un "NO A PIÑERA", sin dar el sentido propositivo que todos esperamos de esta campaña. Y si las cosas siguen así, probablemente terminaremos votando por Lagos o por Frei sólo porque son quienes son, sin importar lo que dicen, sin importar lo que proponen. Este vaciamiento ideológico de la política generará, sin lugar a dudas, una fuga de muchos de los que creyeron en la Concertación como proyecto, como ideal político, y probablemente nos quedemos unos pocos, los menos, nada más siguiendo fetiches.

Desde hace algún tiempo que siento que, contra mi voluntad, mi escepticismo toma la delantera. Como alguna vez me dijo Fuentealba, en una situación remotamente emparentada, me estoy volviendo un "hombre de poca fe". Hasta antes del gobierno de Bachelet, yo podía definirme con toda claridad como un concertacionista acérrimo. Podía no compartir algunas decisiones del gobierno o ser crítico de las actuaciones de funcionarios públicos o dirigentes políticos, pero finalmente me sentía orgulloso de mi gobierno. Imagino que esto también se debe, hasta cierto punto, al hecho que en ese entonces no había vivido lo suficiente como para darme cuenta de ciertas cosas que hoy me molestan de mi gobierno. No había vivido la revuelta de los pinguinos, ni entrado a la universidad, ni trabajado en política...

Es cierto. Pero también es cierto que mis convicciones políticas, en lo sustancial, no han cambiado. Y tampoco ha cambiado demasiado la percepción que retrospectivamente tengo de los gobiernos de Eduardo Frei y Ricardo Lagos. Para mí, lo que sí ha cambiado es el rol que hoy juegan tanto el Presidente de la República como los dirigentes de los partidos de la Concertación en las decisiones políticamente relevantes para el país. Tenemos a una Presidenta ausente en la conducción política, y unos partidos que no defienden ideas sino cuotas de poder, y en que sus dirigentes se pelean entre ellos mismos para alcanzarlas, con el mayor desdén hacia la ciudadanía.

Así las cosas, me confieso un hombre de poca fe política respecto al futuro próximo que pueda tener la Concertación, y en especial aquellos sectores de ésta que pretendemos que ésta adopte una postura más progresista en cuanto a la forma de pensar a Chile.

Ojalá me equivoque.

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